Por: Víctor Román Carrasco
Nos precisa en primer lugar que debemos definir el objetivo principal por el cual estamos trabajando o luchando para alcanzar. Ese motivo o razón que tanto anhelamos.
Debemos de mantener siempre encendido ese motor que nos conduce a la acción, pero con una fuerza mayor que proviene de lo más profundo e interno de nuestro ser. Para no perder el enfoque por aspectos externos.
Bien fue el ejemplo, en donde ponían
pasar a un hombre por encima de una tabla, que conectaba de un edificio a otro
desde la acera. Por $20 dólares no vaciló en aceptar el reto. Luego lo pusieron
a pasar a través de la misma tabla y en la misma distancia, pero desde el piso
100 del edificio. Su respuesta automáticamente fue NO. Pero hacían la pregunta
que si su hijo se encontrará al otro extremo con el edificio en llamas, si se
atrevería ir a rescatarlo, entonces su respuesta automáticamente fue SI.
Este ejemplo nos puntualiza que era el
mismo peligro y los mismos riesgos que iba a correr, pero lo que no tenía bien
claro era el motivo que lo llevará a la acción.
De modo que en nuestras vidas debemos
tener de manera objetiva o clara ese ¿por qué? En nuestro camino al éxito, que
es el que nos impulsará a seguir avanzando independientemente de lo difícil que
se torne la circunstancia.
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